sábado, 2 de octubre de 2010

Vayámonos de aquí.

Suena Your love is my drug de Ke$ha, exactamente son las 6:44. No tengo ganas de levantarme, solo de quedarme en la cama y dormir las horas que la pasada noche estuve frente al ordenador. Lo único que ahora puedo hacer es pensar, con claridad o no, pero pensar. Pienso en que de nuevo vuelve un nuevo lunes, una nueva semana y una nueva página de mi agenda por rellenar. Tanto pensar, tanto pensar se me está echando la hora encima. Me ducho, me visto, me calzo, me pinto de una manera sencilla, cojo el mp4, los chicles de menta y me voy hacia el insti.
Las 8:00, estoy en clase de historia y hay algo que suena en mi maleta, es el móvil. Lo saco y en la pantallita pone "Papá cuartel" llamando. Que raro pienso yo, sabe que estoy en clase, además nunca, nunca me llama con este número.
Me acerco a la mesa de la profesora y le pregunto si puedo salir fuera un momento, me llama mi padre al móvil y es importante. Me deja, salgo y lo cojo. Mi padre, serio, me dice: Hoy a la salida vendré a buscarte yo, no te entretengas mucho hablando. Bueno, no te preocupes, te lo explicaré. Le contesto: Vale papá, nos vemos en un rato, un beso.
Las 15:00. Me despido de mis amigos y apresuradamente me dirijo a la salida. Llego al coche y callada me monto. Las 15:04, mi padre se decide a hablar. Entonces le pregunto que porque me recogió hoy y simplemente me contesta: Tenemos que hacernos unas pruebas. Le miro y me quedo flipando. No puedo decirte más me dice al ver mi cara.
Las 15:34, estamos en la puerta del cuartel. Hay un gran control, más grande de lo habitual. Mi padre se saca una tarjeta azul que pone A2 (Ala dos) y la muestra a los soldados enmascarados. Yo, flipo aún más.
Llegamos a una nave, que por lo que sé es ahí donde está la enfermería. Soy una adolescente, pero no soy tonta y me empiezo a preocupar.
En la enfermería, me hacen tumbarme en una camilla, me hacen tomar una pastilla y me sacan sangre. Todavía sigo sin enterarme de nada, aunque por lo que veo, lo que me imagino no me hace mucha gracia.
Me mandan salir de la enfermería. Mi padre me coge y me lleva a una habitación apartada. Allí, me dice lo que ocurre: Hace una semana, en España, por primera vez en una persona se detectó un brote de algo parecido a la rabia. No es la primera persona en el mundo con estos síntomas, hace semanas que las hay, pero no había nada en claro hasta ayer. Se especula que es producto de un fallo en una serie de experimentos en varios laboratorios farmacéuticos. La situación ahora es de total normalidad, pero eso podría cambiar y más aquí encerrados como estamos en esta isla. Por eso tantos secretos y tantas pruebas. Necesitan saber como nos encontramos. De momento permaneceremos aquí hasta que se aclaren las cosas. No tendremos ningún problema, si lo hay, nos evacuarán. Eso sí, no puedes moverte de aquí. ¿Vale?
Cuando acabó de hablar, no pude evitar preguntar y preguntar. ¿Qué pasaría con el resto de familia? ¿Y con mis amigos? ¿Qué pasaría con todo? Esto no podía estar pasando...
Mi padre, me tranquilizó, justo sabía lo que estaba pensando y me dijo que los demás lo sabían y pronto estarían fuera de aquí, que de eso ya se había encargado. Pero... Y ella, mi mejor amiga ¿Lo sabía?
Cariño, me dijo él, de eso también me he ocupado. Que alivio pensé.
Las 18:00, estoy aislada en una maldita habitación, sin poder hacer. Lo primero que pienso y que no he dejado de pensar es, que no me puedo ir sin él. Mi padre no puede hacer nada más de lo que hace. Joder, no puedo irme de aquí así. Alguien golpea la puerta, es mi padre, vaya cara de perro, seguro que trae malas noticias. Míriam, mañana a primera hora nos iremos de aquí, nos han ocultado información, los casos controlados que habían aquí hace una semana, dejaron de estarlo y están fuera, en la calle. Me temo que si en una semana no los han encontrado, esto ya no se puede controlar...
Son las 0:00, sin saber nada de él, me veo obligada a abandonar la habitación, a mi padre le han informado de que el virus se ha propagado más rápido de lo que se esperaba. Rápidamente nos evacuarán.
Pero... de repente, en un cerrar de ojos, la situación ya es incontrolable, muchos de ellos han entrado en el cuartel, necesitamos salir de aquí. Mi padre, me mete en un coche en el que había una chica y me dice: Cielo, no te pasará nada con ella estarás bien, yo me tengo que quedar ya lo sabes, nos encontraremos al amanecer, en el aeropuerto. Yo, asustada, le doy un beso.
Las 0:24. Por fin hemos conseguido salir de allí, la gente estaba como loca, no había visto nada igual nunca.
Estábamos en una carretera secundaria, esperando las ordenes del superior de guardia. No sé como pero nos encontraron. Al cabo de 6 minutos, tenia un arma en el asiento del copiloto y la que estaba en el asiento del conductor era yo intentando escapar de aquel infierno. Eso sí, no sabía a donde dirigirme, estaba en medio de la nada y todo estaba muy oscuro. Lo primero que hice, sin pensar, fue llamarle. Al cuarto pitido lo coge y dice, ¿Sí? y yo le digo: Hola, ¿Dónde estás? ¿Con quien estás? ¿Estás bien? Hay un ruido que no me deja oírle, pero él, asustado contesta: Estoy en mi casa, no sé que está pasando. ¿Tú lo sabes? Estoy solo, la gente esta como loca, esta situación es insostenible. ¿Dónde estás tú? De nuevo, nerviosa y como puedo, le digo: Yo sé lo que está pasando, no te muevas de ahí voy para allá.
Las 0:50, consigo llegar, no sé como lo he hecho, pero lo he hecho. Él está allí y totalmente blanco me ve llegar. Me bajo del coche corro hacia él, le abrazo muy fuerte y le digo, sube al coche te lo explicaré todo, pero antes, ¿Dónde están todos? No están, ellos se los llevaron... me contestó medio llorando. Subimos al coche. Y yo, también casi medio llorando, le digo, mientras conduzco sin rumbo: Mi padre esta mañana me recogió del insti y me llevó al cuartel donde me hicieron unas pruebas, resulta que hay un brote de rabia o algo así parecido, por lo visto, ya hace un par de meses que se encontraron casos pero no se tuvieron en cuenta. Aquí, hace una semana, los casos controlados, de lo violentos que eran, consiguieron huir y ahora están libres. No sé como lo ves pero no podemos quedarnos aquí, mi padre me quiere sacar hasta del país, pero a mi sola. Lo único es, que no me puedo ir sin ti, por eso estoy aquí Él, atónito, después de ver todo lo que vio no podía asimilarlo y no se lo creía. Yo, busqué el móvil, pero no lo encontré, seguro que lo había perdido... Ya no tenía contacto con mi padre pensé, entonces más triste me puse aún.
La 1:25 hemos llegado a algún sitio, hemos llegado a la casa de campo de mis abuelos, allí en teoría tendríamos que estar seguros. Nos bajamos del coche y en mi bolso, busco las llaves (Que menos mal un día cogí del cajetín olvidado de casa mi abuela) y abro la puerta.
Entramos y vamos a la que era la habitación de mis abuelos. Nos sentamos en la cama y yo temblando le digo: No sé que vamos a hacer, me cuesta creer que estemos aquí. Él, abrazándome: Lo único que importa es, que estamos aquí y que por eso vamos a sobrevivir. Antes de que amanezca, nos acercaremos al aeropuerto como acordaste con tu padre y te despediré allí. Yo, aún sin poder parar de llorar y llorando aún más por lo que acababa de decir susurré: no me despedirás, porque si me voy no será sin ti y si me quedo será por ti. Pues, él, me besó en la mejilla y un silencio me bastó para saber que un te quiero me dedicó.
Los dos, nos tumbamos en la cama y intentamos dormir, aunque ninguno de los dos pudiera.
Las 6:44, esta vez no sonó mi pesado pero alegre despertador. Por su cara, parecía que no había dormido en toda la noche, por lo que me supuse que se quedó vigilando. Me levanté de la cama, le acaricié la cara y sin decir ni comer nada fuimos al coche. Ahora conduciré yo, me dijo. No podía dejarle, no había dormido ni una hora, así que me puse yo al volante. En dirección al aeropuerto, nos atacaron, eran como 10, yo no sabía que hacer así que después de cerrar los ojos y pisar fuerte el acelerador, no sé como, pero salimos de aquella.
Las 7:11, estábamos muy cansados, sobretodo él, así que paramos, paramos justamente en un bonito lugar. En nada comenzaría a amanecer. Cogí una chaqueta que había en el capó y bajamos del coche. Andando y sin preocuparnos, nos acercamos a un acantilado. Allí, en el suelo me senté, él, seguidamente se tumbó, con la chaqueta le tapé.
Eran las 7:15, no sabía que hacer, ya no teníamos más que hacer. Todo aquello se les había ido de las manos y ahora lo estábamos pagando. Él, que a pesar de estar rendido no podía dormir, me dijo: ¿Es el fin verdad? Y yo, la verdad que sin saber que decir, dije: No lo sé, no lo quiero ni pensar, alomejor moriremos aquí, así que acércate, te quiero mucho!




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