jueves, 20 de septiembre de 2012

La isla

Me despierto, me incorporo y miro hacia tu cama. Sigues durmiendo, inocente, o no tanto. Sigo preguntándome que hacemos aquí. No sé cuanto tiempo nos quedaremos ni si sobreviviremos. Hoy me siento especialmente sensible, empiezo a ser consciente de que no me podía haber quedado con peor persona que contigo, que ya no eras mío, que ya no eramos nuestros. Y es que yo necesitaba tiempo para olvidarte y era obvio que ahora no podía gozar de él. Te has despertado sin yo darme cuenta y has estado mirándome todo este rato e intentando adivinar que es lo que pasaba por mi mente y sobretodo, que sentía mi corazón, y has podido, porque te has acercado, me has acariciado la cara y me has sonreído como antes, para tranquilizarme. Yo, me he quedado inmóvil, como congelada y he notado tus manos más calientes de lo normal. Por un momento parecía que me estabas deseando, tanto... Como yo lo hacía, pero no lo decía. No podía seguir durmiendo aunque aún fuese muy de madrugada. Seguía sentada allí, realmente sin esperar nada. Cerré los ojos y me tumbé, intentado conciliar el sueño. Noté una suave pero rápida respiración sobre mi, no me asusté. Eras tú, que habías venido para estar conmigo, cerca de mi. Me besaste, me acariciaste y me amaste como nunca. Me cuidaste como si fuera la única solución de tu vida. Tus palabras no se pronunciaron pero tu cuerpo me susurró que lo sentía, que lo sentía muchísimo. No pude olvidar aquel momento hasta que supe que fue un sueño.

Lo necesario para la infinidad

La mayoría de las veces cuando somos presos de un sentimiento no queremos que este se vaya, ni tampoco que fluyan otros diferentes, por miedo al cambio de este primero, tan valioso para nosotros... Que aunque nos haga sufrir lo queremos ahí, en nuestra vida, en nuestro corazón, bajo llave, rodeado por un alambre de espino, protegiéndolo, con todo el cariño que previamente este te había quitado. A este sentimiento están aferrados mil momentos, que aunque hayan sido sencillos, nos han marcado. Parece que nunca los vamos a olvidar, porque repican en nuestra cabeza una y otra vez y lo hacen de una manera tan real... Una vez nos lo han arrebatado, sí, porque aún lo sentimos, pero se lo han llevado, lo han falsificado, nos sentimos completamente vacíos, vulnerables ante el mundo, ante las demás personas, por miedo. Y es que el sentimiento resulta que tenía fecha de caducidad. Aún así sigues creyendo en él, profundamente y en silencio, y esperas muy seguro a que vuelva. Pues, en realidad, si un sentimiento se estira de tal manera que se deforma, pierde su esencia y se fusiona con otros sentimientos, amargos. Nos negamos a aceptar que algo que nos hace sentir tan bien se acabe. Se acaba. O no. Los sentimientos son como las personas, a veces, necesitan su espacio, evolucionar. A aquellos a los que no podemos olvidar, no significa que tengamos que odiarles, ni esperarles, ni mucho menos, quedan en el recuerdo por algo. 
Para que un momento goce de infinidad, debemos saborearlo poco a poco, dividirlo. Así, jamás se perderá la magia. Es difícil, porque nadie nos da un guión en el que te asegure que estás apostando correctamente...

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Gracias!!!!!!

Muchísimas gracias Presos del Destino, http://ytodopasa.blogspot.com.es. Te animo a seguir escribiendo y a hacer mucho más que eso guapa!